1
La familia sentada en la mesa, comen pasta. El aire es cabizbajo y tuerto. No hablan, se enfadan hasta hartarse. La televisión empapela los cuerpos con imágenes lúgubres de colores, como fuego a estatuas de próceres antiguos. Suena el timbre. No ocurre una catástrofe. Simplemente el sodero se presenta y ofrece sus servicios, tan cordiales. El nene mayor debe encargarse, reponer el suministro de sodas es labor minuciosa y para nada volátil.
Regresa y los demás comen el postre sin esperarlo. El helado mengua y no es ocasión de retobar. Enfila la cuchara y mutila las cremas con ardor. El frío espeso en contacto con la lengua elabora un placer necrofílico.
Terminan y toman café y duermen la siesta.
Me voy, hace calor y estoy aburrido. Mi hermana duerme en la pieza y sueña seguro con tener tetas grandes.
2
Ingresamos con Nico y Mondo en la vivienda de Rho.
Aprieto el cuello de la chica hasta sofocarla. Mondo le sostiene los brazos. Mierda, me doy cuenta que estoy siendo un animal, estrangulo como un idiota, clavando los uñas como garras. Así no, tengo que apoyar bien las yemas de los dedos, la sensación cambia, estas cosas son de humanos y deben hacerse como humanos. Nico se desencaja e interrumpe mis reflexiones acuchillando el abdomen de la joven embarazada. Mondo empieza a masturbarse, dejamos caer la muchacha al suelo y nos quitamos las ropas para no ensuciarlas (a ninguno de los tres nos gusta lavar).
Ese cuerpo en el piso, tan hermoso, desangrando líquidos bermellones por los mosaicos. Es prácticamente imposible creer que está muerto. Me harté, me harté de todo esto. No puedo dejar de mirar el vientre henchido e imaginar que soy padre. Un bebito bonito con su blandita manito tomando dulcemente mi pene progenitor de papá como un biberón de leche tibia. Me conmuevo, comienzo a lagrimear. Nico me baja a tierra de nuevo. Con el cuchillo afilado ensancha, de esa forma que el agua desciende en un embudo, las perforaciones hechas en la panza de Rho. Cónicamente rodea los huecos y extiende su diámetro. Los tres comprendemos pero dejamos la golosina para el final.
Nico penetra vaginalmente, Mondo por la boca y a mí me toca el ano. Nos cuesta acomodar el cuerpo fofo. Al fin y al cabo, cuál es la diferencia entre esta muerta del orto y un pedazo de carne, de vaca o de cualquier cosa, pesado y molesto que cuesta acarrear. Nos enchastramos, viscosos, mojados luchando contra la pesadez y rigidez de la muerte. Estamos demasiado calientes y no es necesario prolongar más. Sin hablarnos ni mirarnos, en un mismo momento, coincidimos en luchar desaforados por los orificios del estómago. Logramos acomodarnos. Penetramos, penetramos, penetramos a Rho por su barriga, aferrándonos a sus brazos, piernas, boca, ojos, su cuello para conseguir movimientos más brutales. Esta es mi felicidad, no el consenso. Eyaculamos extasiados, satisfechos, como dioses, el orgasmo.
El esperma, único germen de vida en el cadáver, supura en las concavidades como moldes de cera.
3
Me baño en lo de Nico, compartimos la ducha para calmar la adrenalina. Vuelvo a casa. Están cenando. De postre hay helado otra vez. Qué buena que está mi hermana.
La familia sentada en la mesa, comen pasta. El aire es cabizbajo y tuerto. No hablan, se enfadan hasta hartarse. La televisión empapela los cuerpos con imágenes lúgubres de colores, como fuego a estatuas de próceres antiguos. Suena el timbre. No ocurre una catástrofe. Simplemente el sodero se presenta y ofrece sus servicios, tan cordiales. El nene mayor debe encargarse, reponer el suministro de sodas es labor minuciosa y para nada volátil.
Regresa y los demás comen el postre sin esperarlo. El helado mengua y no es ocasión de retobar. Enfila la cuchara y mutila las cremas con ardor. El frío espeso en contacto con la lengua elabora un placer necrofílico.
Terminan y toman café y duermen la siesta.
Me voy, hace calor y estoy aburrido. Mi hermana duerme en la pieza y sueña seguro con tener tetas grandes.
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Ingresamos con Nico y Mondo en la vivienda de Rho.
Aprieto el cuello de la chica hasta sofocarla. Mondo le sostiene los brazos. Mierda, me doy cuenta que estoy siendo un animal, estrangulo como un idiota, clavando los uñas como garras. Así no, tengo que apoyar bien las yemas de los dedos, la sensación cambia, estas cosas son de humanos y deben hacerse como humanos. Nico se desencaja e interrumpe mis reflexiones acuchillando el abdomen de la joven embarazada. Mondo empieza a masturbarse, dejamos caer la muchacha al suelo y nos quitamos las ropas para no ensuciarlas (a ninguno de los tres nos gusta lavar).
Ese cuerpo en el piso, tan hermoso, desangrando líquidos bermellones por los mosaicos. Es prácticamente imposible creer que está muerto. Me harté, me harté de todo esto. No puedo dejar de mirar el vientre henchido e imaginar que soy padre. Un bebito bonito con su blandita manito tomando dulcemente mi pene progenitor de papá como un biberón de leche tibia. Me conmuevo, comienzo a lagrimear. Nico me baja a tierra de nuevo. Con el cuchillo afilado ensancha, de esa forma que el agua desciende en un embudo, las perforaciones hechas en la panza de Rho. Cónicamente rodea los huecos y extiende su diámetro. Los tres comprendemos pero dejamos la golosina para el final.
Nico penetra vaginalmente, Mondo por la boca y a mí me toca el ano. Nos cuesta acomodar el cuerpo fofo. Al fin y al cabo, cuál es la diferencia entre esta muerta del orto y un pedazo de carne, de vaca o de cualquier cosa, pesado y molesto que cuesta acarrear. Nos enchastramos, viscosos, mojados luchando contra la pesadez y rigidez de la muerte. Estamos demasiado calientes y no es necesario prolongar más. Sin hablarnos ni mirarnos, en un mismo momento, coincidimos en luchar desaforados por los orificios del estómago. Logramos acomodarnos. Penetramos, penetramos, penetramos a Rho por su barriga, aferrándonos a sus brazos, piernas, boca, ojos, su cuello para conseguir movimientos más brutales. Esta es mi felicidad, no el consenso. Eyaculamos extasiados, satisfechos, como dioses, el orgasmo.
El esperma, único germen de vida en el cadáver, supura en las concavidades como moldes de cera.
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Me baño en lo de Nico, compartimos la ducha para calmar la adrenalina. Vuelvo a casa. Están cenando. De postre hay helado otra vez. Qué buena que está mi hermana.